Marcelo Meza Escritor

“Donde la nada se da cita con el tiempo y se es divino en la cáscara rota… más allá de otros destinos, sin lienzos ni estopas, en la pesadilla de los dioses, en el hueso seco de una sonrisa… aplastado por las miserias, eterno, sin golondrina… Se enciende el abismo en una piedra, en el ángulo cambiado, no es una ciudad cualquiera, quizá sea la esperanza en hoja de otoño…”.

miércoles, diciembre 07, 2011

Carta abierta a Jorge “el negrito” Alali - 2011



Hubo un Jorge, negro por fuera y blanco por dentro. Un chico que se hizo hombre medio a la fuerza y medio por fiaca a los mandatos paternos. Era un alma libre. Dispuesto siempre a la amistad y a compartir el tiempo con sus seres amados. Tuvo tantos nombres (y los sigue manteniendo mucho tiempo después de andar visitando las estrellas) que cada uno representaba un momento histórico, ahora lo percibo como una marca, un signo de cada una de sus facetas. Por sobre todo fue un soñador empedernido y eso lo llevó a escribir poemas. Entre mates y música he sido testigo de sus inspiraciones, de sus soledades, de sus rabias y también cuando le brotaba la emoción en un “momento cumbre” expresado en sus fuertes abrazos. Es y fue y siempre será mi amigo, mi compinche, el que supo acercarse a mis orillas con la maestría de los magos a convidarme un destello de humanidad y de cariño, el tábano. Sé que todavía te estoy pensando negro querido.  Se supone que esta es una carta abierta y te preguntarás a quién le hablo, claro, bueno, olvidé de contarte que no solo le cuento a los que te conocen y te aman quién sos y quién fuiste en vida, sino que hay mucha gente nueva que ahora te conoce, sea por tus queridos hijos, tu familia, los amigos del alma y también por tu poesía intacta. 

Loquillo, sé que esa mirada tiene un dejo de reproche, pero tus reproches siempre se parecieron mucho a una traba, tipo de esas escolares, cuando alguien te pegaba desde atrás y te caías de culo, tiene el color de esas picardías. Tenés razón, ya me conoces, negrito, sabes que soy como un poco melancólico, pero decidí escribirte esto no solo para que vos sepas cuanto te extraño, sino para que todos los que lean esta sencilla carta puedan recordarte un poco mejor al ampliar la paleta de las emociones que recargan los recuerdos.

Ya pasé por la tristeza y por la soledad de tus cosas quietas. La casa ya no tiene tu tabaco ni tus exquisitos guisos de rejunte. También extraño “los mates de la vida” (con menta, claro), las mil y una pavas, las charlas infinitas filosofando hasta que nos sorprendía la mañana. Tábano ponzoñoso, como un Sócrates nuestro, capaz de “parirnos” con la chispa de una idea un oasis o un desierto cada vez que explorábamos en las profundidades del ser. Ahora más que nunca te extraño a vos en tu más pura esencia de amigo y hermano que me dio la vida, porque esta loca e inexplicable distancia si es que deja algo útil es poder ver con claridad la naturaleza básica de los vínculos, de la amistad, de un amor desinteresado entre hombres, en donde el respeto y la consideración eran la tierra firme en donde jugábamos nuestras aventuras.

¡Cuantas veces no te entendí, tábano loco! Cuantas veces me pareciste otro, un extraño y, sin embargo, era yo mismo un reflejo del dolor y de las impotencias que a veces tenemos que atravesar.

Nunca sentí una pérdida, pero si la ausencia del compinche, del que está dispuesto a jugar. Es decir, te quiero como siempre, cada cual en la suya y cuando nos juntamos realmente nos reconocemos en el otro como un verdadero hermano. Yo quisiera que te murieras un poco menos y te escaparas del lugar en donde estás y te vengas a tomar unos buenos mates, dale, no quiero un milagro, no merezco tanto. Tan solo una escapadita, como cuando hacíamos los asaditos en la puerta de casa y venían todos. ¡Dale que llamo al Cabeza y a Rodito y de paso viene el gordo Julio, el Pilín. En una de esas arranca Pichar y el Monrri y le avisa al Toqui y tiramos una carnecita…! ¿Sabes cuantas veces te soñé que te dabas una vueltita? Que no sé por que mágica cuestión estabas en la mesa, contando historias, cagándote de risa, fumando como escuerzo… el colibrí esmeralda ese que se nos aparece como mensajero tuyo… 

Lo único que te debo, negro, aparte de la vida —esta magnífica vida impregnada con tu maravillosa generosidad—, es unas palabras que tengo atravesadas acá. Me vino el silencio el día que te vistieron de ébano lustroso. A nadie nos salió ni una palabra, pero creo que suavemente nos escuchamos todos. Claro, nadie lo podía creer. Tengo ganas de decirles a todos en que gran tipo te convertiste, en que padre ejemplar, de esos para imitar. Me hubiera encantado leerles algún poema tuyo de esos que te arrancan el corazón. Pero más que nada me gustaría volver a abrir mi corazón a vos, mi referente en tantos fundamentos vitales. No sé si hacemos bien en brindar en memoria de vos cada 13 de diciembre. Es probable que te recordemos para asentarte en nuestra memoria un poco más, que sé yo. 

El loquillo enamorado, un señor con las minas. Enamorado de lo cierto y también de la bruma que tejen los recuerdos, amores posibles y de los otros. 

Puta que te volviste sensible y me contagiaste, ¿eh? Siempre decías que podemos compartir el mismo idioma y no el mismo lenguaje. Y eso es lo que más extraño, querido negro. El mismo lenguaje que nos conectaba en otra dimensión, donde cada palabra tenía peso, modificando la trascendencia de lo que simbolizaba. Ahí nos deteníamos con una sola idea y en el ocio más increíble y rico nos tomábamos todo el tiempo del mundo como si hubiéramos sido millonarios… bueno, quizás si éramos ricos. Íbamos de los griegos hasta el tango, de los poetas chinos, Artaud, a Spinetta. Conformando uniones impensadas entre arte, política y fútbol. ¿Y tu computadora cerebral capaz de recordar actores, directores y hasta el más mínimo detalle de cualquier película, deportista, club o grilla del más antiguo golfista? Uy, hablando de fútbol, tengo que darte una mala noticia, negro. River se fue a la B. ¿Qué, ya lo presentías? Cierto que una vez me profetizaste tu descontento con las directivas políticas del club. 

Sabés una cosa… el Pilín te extraña mucho, dice que te había adoptado como a un hijo, y claro, ¡si éramos hermanos!

Bueno, negrito, solo quería contarte cuanto te queremos y te quiero. 

No podías envejecer tranquilo, cumplir algún que otro sueño, conquistar utopías, tuviste que dejarnos con la boca abierta de asombro, un asombro con sabor a disfrute de la vida, como a vos más te gusta, provocando, siempre provocando.

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Marcelo Meza – 7 de diciembre de 2011

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