Marcelo Meza Escritor

“Donde la nada se da cita con el tiempo y se es divino en la cáscara rota… más allá de otros destinos, sin lienzos ni estopas, en la pesadilla de los dioses, en el hueso seco de una sonrisa… aplastado por las miserias, eterno, sin golondrina… Se enciende el abismo en una piedra, en el ángulo cambiado, no es una ciudad cualquiera, quizá sea la esperanza en hoja de otoño…”.

viernes, octubre 12, 2012

Oda I - Marcelo Meza




Oda I


Mis quereres son amores,
como amores mis quereres.
Y cuando te quiero tanto
mi amor asombrado se asoma.

Porque cuanto más te amo
no te quiero menos.
El querer se me adormece de luna,
cuando se sueña enamorado.
Y si le alcanza al amor
una siesta florecida de septiembre
es probable que te vuelva a elegir
en la querencia apasionada del deseo.


Si un día sucede
que nos distraiga el tiempo
en la ilusión de ser otros,
amasando la nada,
y que nos separe del amor un aleteo,
y tal como es
deje de latir,
nos sospecho aún enamorados,
despojados de los personajes
maniqueos…
no te asustes,
estamos vivos.

No amarte puede ser,
dejar de quererte, nunca.

Enamorado de tu esencia
admirado de las decisiones tuyas
aunque ya no me elijas
permanezco sin espera.
En ocasiones así
imposible ser presente,
apenas una diáspora del pasado.

En esa montaña de aconteceres
puedo quererte en silencio
sin que te enteres nunca,
con un amor capaz
de rejuvenecerte.

Porque te amo como te quiero.
y sin querer no sé amarte.
__________________________
Marcelo Meza  2012 - 


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Oda I por Marcelo Meza se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported.
Basada en una obra en http://marcelomezaescritor.blogspot.com.ar/2012/10/oda-i-marcelo-meza.html.

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lunes, abril 09, 2012

Palabras como cosas - Marcelo Meza 2012



No sé de qué se tratan las fiestas,
si hay que tener una cara especial para cada acontecimiento
o simplemente uno debe andar siendo lo mejor que pueda,
sin roscas ni garabatos maniqueos.
Yo no sé a qué viene tanta alegría desfigurada y mal entendida
¿Quién dijo que la tristeza es triste? si es mi vieja quién me acuna
 en la tarde de todas las congojas
y me pone feliz eso de andar siendo en la otredad, también.
Se me antojan ciento cinco lunas cantando la misma canción de amor,
cada día, como un santuario a ese amor escurridizo y enmarcado.
Sí, es posible que sea de un amor que ya no está,
no me etiqueten de loco por eso. Díganme locura, si quieren,
cuando se me haya acabado el amor,
o me emocione menos por tus gestos mágicos o tus tetas.
Yo que sé de estar en los momentos precisos
y en las letanías de las fechas consumidas
en desvencijados sumideros.
A lo mejor mi vagabundismo pertenezca a otra factoría,
más cercana al caminante que busca el mejor de los caminos
y, de vuelta por el mundo, descubre que todos los caminos en sí son perfectos.
Qué sé yo de fiestas,
apenas si sé festejarte a contramano de las convenciones.
Me sale, entonces, virar la brújula de todos los momentos y fulgurar un norte diferente, en donde el mezquino sea sólo aquel que retiene una jauría de besos salvajes más que el avaro de cosas sin sentido,
y se termine la ira del no me acuerdo
y la fantasía poco ingenua de que sólo quieras tenerme cuando estuve tanto tiempo cerca tuyo, tan cerquita
y en una de esas no me oliste lo suficiente ni recorriste tanto,
como ahora quisieras, cada centímetro de mi pulóver.
Ahora hay algo que ya es tarde,
no sé si para el mundo o los bichos,
seguro para mí;
porque me duele mi soledad, es cierto, pero también la de los amigos,
esos magos que no merecen sufrir tanto
“que te dije, me dijiste, que no te entiendo, me estas cargando…”
yo no sé jugar todos esos juegos
y es por eso que quizás este fundido en la empresa de esta soledad sola de medio tiempo entre la reflexión y el silencio.
No soy bueno para los remates de ninguna índole,
pero si me dieran una oportunidad pediría un tiro que sea libre,
porque en una de esas, que sé yo,
mal no sea de puntinazo, casi de comba,
lo meta como si buscara el poder de una estrella
y se cuele un gol por la esquina tan mezquina del arco de los sueños.
No sé qué son todas estas palabras cosas,
estas cosas palabras,
es probable que se me ande filtrando el dolor de los que amo
la angustia del que es luz y lucha a brazo partido con las sombras y algunos jubilados fantasmas,
o tal vez sea solo mi imaginación que ya va viendo rarezas.
Yo qué sé. Me siento más que nunca
como un niño enamorado de la vida,
un poco perdido entre tanta neblina,
“un animal que canta y sueña”.
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Marcelo Meza - 2012

    A todos mis amigos queridos.

jueves, febrero 09, 2012

El Flaco - Por Marcelo Meza




El Flaco


Me dicen las hojas que van al viento que el Duende, el Mago de esta música argenta cósmica se ha ido.  Y promete que se quedará o se irá, según se le antoje al alma sensible del flaco, que es un Luis y que también es un Spinetta. Adónde se va me importa poco, espero, sí, que no haya olvidado el banderín del River Plate de sus amores, ni el mate amargo, a toda velocidad en la nave del capitán Beto. ¿Y a quién le cuento esta tristeza nueva?
¿A quién le lloro este dolor blando y duro a la vez? Que se complota con rabia y risa y lágrimas, porque lo amamos tanto como a un amigo hermanado, como a un maestro papá elegido de grande, maestro de guardapolvo blanco que nos indica la vida por entre las piernas de la poesía.

¿Y qué será de mí, de mis oscuridades musicales, de mis sombras perplejas que no asoman a tus séptimas atómicas?
Yo que fui y soy el alumnito del fondo, que te descubrió tarde, en mi vejez de los trece años... Yo, de la vergüenza de luchar contra todo mi cuerpo por verte, porque siempre temí la sospecha de que el día que te viera iba a desaparecer el mundo conocido o despertar de esta vida de magia tuya contagiada en las travesuras que me permitís con tu folclore fantástico y tierno. Yo, él de la sensible envidia jugosa, de no haberte visto nunca de cerca, me perdí. Entonces se me antoja esta envidia elástica a todos tus seguidores de plata. El Negro lo sabía por eso se adelantó. Sí,  el Negro Jorgito Alali, sí, el poeta, que te amaba tanto o más que nosotros, y cuando digo nosotros me refiero a Ricardo Alali, Vampirí; y a Jorge Rodríguez, el Chueco. Cada uno te alegra lágrimas de flores, porque nos iluminaste para siempre y no nos pediste más que ser nosotros mismos.
¿A quién le canto esta baguala líquida, si ya no escuchan más que fósiles moribundos?

¿Estoy solo en este dolor, en esta ausencia? Porque mi hambre poético viseral y mi sed de amor a tu música y al idioma que se hace lenguaje no cesa, no en este tiempo de brumas y silencios temibles. ¿Adónde voy a encajar ahora? ¿En qué planeta?
Me abuenaste Luis Alberto de la luz. Me creciste un surrealismo capaz de atormentar mis más enajenadas miserias.
Gracias a vos comí la poesía del abrazo y del amor que nos iguala.
Dicen las hojas o el viento sur una canción para los días de la vida que se nutre un poquito de nuestra nostalgia, que nuestros aprendizajes  te hacen sonreír una vez más con tu gorda sonrisa de niño pilusón.
Gracias por decirme estos misterios populares,  por haber estado presente desde antes de toda conciencia  mía, conviviendo en el corazón, que me estoy yendo en la tristeza del amor, silbando pa' dentro tu color y tu manera de sentir la vida en tu acorde invisible y  perfecto.

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Marcelo Meza - Con cariño - 9 de febrero de 2012

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miércoles, diciembre 07, 2011

Carta abierta a Jorge “el negrito” Alali - 2011



Hubo un Jorge, negro por fuera y blanco por dentro. Un chico que se hizo hombre medio a la fuerza y medio por fiaca a los mandatos paternos. Era un alma libre. Dispuesto siempre a la amistad y a compartir el tiempo con sus seres amados. Tuvo tantos nombres (y los sigue manteniendo mucho tiempo después de andar visitando las estrellas) que cada uno representaba un momento histórico, ahora lo percibo como una marca, un signo de cada una de sus facetas. Por sobre todo fue un soñador empedernido y eso lo llevó a escribir poemas. Entre mates y música he sido testigo de sus inspiraciones, de sus soledades, de sus rabias y también cuando le brotaba la emoción en un “momento cumbre” expresado en sus fuertes abrazos. Es y fue y siempre será mi amigo, mi compinche, el que supo acercarse a mis orillas con la maestría de los magos a convidarme un destello de humanidad y de cariño, el tábano. Sé que todavía te estoy pensando negro querido.  Se supone que esta es una carta abierta y te preguntarás a quién le hablo, claro, bueno, olvidé de contarte que no solo le cuento a los que te conocen y te aman quién sos y quién fuiste en vida, sino que hay mucha gente nueva que ahora te conoce, sea por tus queridos hijos, tu familia, los amigos del alma y también por tu poesía intacta. 

Loquillo, sé que esa mirada tiene un dejo de reproche, pero tus reproches siempre se parecieron mucho a una traba, tipo de esas escolares, cuando alguien te pegaba desde atrás y te caías de culo, tiene el color de esas picardías. Tenés razón, ya me conoces, negrito, sabes que soy como un poco melancólico, pero decidí escribirte esto no solo para que vos sepas cuanto te extraño, sino para que todos los que lean esta sencilla carta puedan recordarte un poco mejor al ampliar la paleta de las emociones que recargan los recuerdos.

Ya pasé por la tristeza y por la soledad de tus cosas quietas. La casa ya no tiene tu tabaco ni tus exquisitos guisos de rejunte. También extraño “los mates de la vida” (con menta, claro), las mil y una pavas, las charlas infinitas filosofando hasta que nos sorprendía la mañana. Tábano ponzoñoso, como un Sócrates nuestro, capaz de “parirnos” con la chispa de una idea un oasis o un desierto cada vez que explorábamos en las profundidades del ser. Ahora más que nunca te extraño a vos en tu más pura esencia de amigo y hermano que me dio la vida, porque esta loca e inexplicable distancia si es que deja algo útil es poder ver con claridad la naturaleza básica de los vínculos, de la amistad, de un amor desinteresado entre hombres, en donde el respeto y la consideración eran la tierra firme en donde jugábamos nuestras aventuras.

¡Cuantas veces no te entendí, tábano loco! Cuantas veces me pareciste otro, un extraño y, sin embargo, era yo mismo un reflejo del dolor y de las impotencias que a veces tenemos que atravesar.

Nunca sentí una pérdida, pero si la ausencia del compinche, del que está dispuesto a jugar. Es decir, te quiero como siempre, cada cual en la suya y cuando nos juntamos realmente nos reconocemos en el otro como un verdadero hermano. Yo quisiera que te murieras un poco menos y te escaparas del lugar en donde estás y te vengas a tomar unos buenos mates, dale, no quiero un milagro, no merezco tanto. Tan solo una escapadita, como cuando hacíamos los asaditos en la puerta de casa y venían todos. ¡Dale que llamo al Cabeza y a Rodito y de paso viene el gordo Julio, el Pilín. En una de esas arranca Pichar y el Monrri y le avisa al Toqui y tiramos una carnecita…! ¿Sabes cuantas veces te soñé que te dabas una vueltita? Que no sé por que mágica cuestión estabas en la mesa, contando historias, cagándote de risa, fumando como escuerzo… el colibrí esmeralda ese que se nos aparece como mensajero tuyo… 

Lo único que te debo, negro, aparte de la vida —esta magnífica vida impregnada con tu maravillosa generosidad—, es unas palabras que tengo atravesadas acá. Me vino el silencio el día que te vistieron de ébano lustroso. A nadie nos salió ni una palabra, pero creo que suavemente nos escuchamos todos. Claro, nadie lo podía creer. Tengo ganas de decirles a todos en que gran tipo te convertiste, en que padre ejemplar, de esos para imitar. Me hubiera encantado leerles algún poema tuyo de esos que te arrancan el corazón. Pero más que nada me gustaría volver a abrir mi corazón a vos, mi referente en tantos fundamentos vitales. No sé si hacemos bien en brindar en memoria de vos cada 13 de diciembre. Es probable que te recordemos para asentarte en nuestra memoria un poco más, que sé yo. 

El loquillo enamorado, un señor con las minas. Enamorado de lo cierto y también de la bruma que tejen los recuerdos, amores posibles y de los otros. 

Puta que te volviste sensible y me contagiaste, ¿eh? Siempre decías que podemos compartir el mismo idioma y no el mismo lenguaje. Y eso es lo que más extraño, querido negro. El mismo lenguaje que nos conectaba en otra dimensión, donde cada palabra tenía peso, modificando la trascendencia de lo que simbolizaba. Ahí nos deteníamos con una sola idea y en el ocio más increíble y rico nos tomábamos todo el tiempo del mundo como si hubiéramos sido millonarios… bueno, quizás si éramos ricos. Íbamos de los griegos hasta el tango, de los poetas chinos, Artaud, a Spinetta. Conformando uniones impensadas entre arte, política y fútbol. ¿Y tu computadora cerebral capaz de recordar actores, directores y hasta el más mínimo detalle de cualquier película, deportista, club o grilla del más antiguo golfista? Uy, hablando de fútbol, tengo que darte una mala noticia, negro. River se fue a la B. ¿Qué, ya lo presentías? Cierto que una vez me profetizaste tu descontento con las directivas políticas del club. 

Sabés una cosa… el Pilín te extraña mucho, dice que te había adoptado como a un hijo, y claro, ¡si éramos hermanos!

Bueno, negrito, solo quería contarte cuanto te queremos y te quiero. 

No podías envejecer tranquilo, cumplir algún que otro sueño, conquistar utopías, tuviste que dejarnos con la boca abierta de asombro, un asombro con sabor a disfrute de la vida, como a vos más te gusta, provocando, siempre provocando.

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Marcelo Meza – 7 de diciembre de 2011

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miércoles, agosto 05, 2009

Encuentros minerales (Amor parietal) Por Marcelo Meza 2009

























Encuentros minerales

Amor parietal

“Tus pies caminen en mis pies, tus pies.

Ardeme, árdeme”. Oración

Juan Gelman


Hola Ocaso.

Hola silencioso jazmín.

¿Qué ambarino te trae a mi tierra de gigantes?

Será la inútil perfección de lo que me nombra.

Tú eras el misterio de la bruma que me asola desde niña. Conozco tu canto sensible de memoria.

Toda eres viento de entre las tiernas mañanas ¿Cómo no enredarle en la acusica eterna mente?

Usted resume el alcázar de las pieles en cierne. Es mi nube anterior.

Graciosa tierra mojada.

Usted es mi equilibrio circense. Una nota de mis pechos le hirieron de beber la miel, semillas de amapola y azafrán.

Hubiera sido tuyo para siempre.

Hubieras sido esclavo y sin alma, antes de eso que el hades envejezca mi fruto.

Savia tu néctar que acicala mis noches.

Sabio eres tú entre mis lodazales.

Huelo tu nombre y me quema la hombría y el deseo.

Espera hasta que el sol se funda con la lejanía y luego seremos uno, y antes que me tomes espera, toca la brisa hasta que me prepare con inciensos y decore el templo con nostalgias y flores. Déjame que recorra el palacio de mis mayores para recordar la risa de todos los amantes y si todavía ves en mí con estrella y en guerra es posible que me entregue a los pájaros de tus labios. Todavía hay tiempo, espera. Bébeme a sorbos blandos, como la caña se dobla en el viento, acaricia mis ojos cansados, reconoce tus dedos en mi cintura. Defiéndeme de la ira del oprobio. Seré tuya aunque nos duela, porque mi vida se ha convertido en juegos impotentes que requieren de tu mano. Como ya sabes donde culmina la montaña, por el buen nombre de quién te ha amamantado, deléitame con la furia de la espera. Ahora que los secretos no son nada, mírame más allá de lo evidente. Sospéchame, querido. Tiéndeme trampas. Incítame a escalarte a sorbos, equidistante de tus pléyades vigorosas. Apaga la luz y los ungüentos, nuestros cuerpos distraídos serán otro mundo, nuevo, perenne.

¡Abraza a este esclavo de tus labios! Seré tu vino si me alcanzas. Sabes mi cuerpo antes que brillara en la nada ¿Y aún posees la ternura de mirarme extenso? ¿Como haces las mañanas renunciando los frutos y galardones de otros guerreros? Mira mis huesos, no pertenecen a este mundo liviano, provienen del filo de la roca sólida, del alarido de las injustas causas; no te merezco, retoño trashumante. Soy un vertebrado al lado de tus titanes. Renuncia a mi condena, líbrate un destino magnánimo sin esta piedra.

¡Descansa tu boca! No atiendas las semblanzas de los extranjeros. Detente en mí. Eres mi roca aguda, mi portal entre la niebla. No hay otros que te sigan el paso magno que tu corazón declama. Soy la espiga de tus campos, la que duerme en tu pecho frugal, el aliento mezclado de lo tuyo. No amedrentes la razón. ¡Invéntame!

¡Mariposa de mirra, no conjures la muerte! Tú afrentas la herida del fracaso de otros besos. Vuelo en tan refinada cintura, las cubro con pétalos y arroyos. Alba, manantial que orada mis aristas, cúbreme con tu esencia mineral. Mi deseo supera la inteligencia de la renuncia. Enséñame a cuidar de tus declives. Limpia mi cabeza con la boca tuya. Permíteme desear más allá de los sentidos. Porque solo así podré perdonaros la vida cuando florezca de vuestro lado.

¡Matadme si es necesario! ¡Aborrecedme después de que el flujo de mis virtudes os haya saciado por completo! Destroza el alma mía si tu amor así lo quiere, pero no dejes de llevarme al lugar donde he nacido. Porque seremos uno, nadie, cielo y mar. Y no sabremos donde empieza el uno y culmina el otro. Y en ese vendaval de mezquindades y entregas sin nombre podrás enhebrar mi suerte en la trama del misterio.

Hola ocaso.

Hola silencioso jazmín.

¿Qué ambarino te trae a mi tierra de gigantes?

Será la inútil perfección de lo que me nombra.

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Marcelo Meza – 5 de agosto de 2009

Juan Gelman

Arte Carlos Nine



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sábado, agosto 01, 2009

Cuando - Marcelo Meza 2009























Cuando


Cuando te alcance un designio caprichoso

para cumplirte todos tus deseos.

Cuando te agotes de gastar las energías

escalando tentaciones miserables.

Cuando te canses del delirio de la excusa.

Cuando te pudras de comer

el cadáver exquisito de tu plato preferido.

Cuando te extasíes de jóvenes cuerpos

y de escuchar tu nombre en labios de espíritus flacos.

Cuando se te pegue el moho

de los invertebrados que tanto soñaste.

Cuando te sorprenda la tarde de los desvencijados

y sea manía enferma insistir con la nada.

Cuando nada te falte y todo sea poco

ven a mi lado y hablemos del otoño.

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Marcelo Meza - 2009

Arte: El Tomi

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lunes, mayo 18, 2009

Si se mueren los poetas - por Marcelo Meza

Si se mueren los poetas

Si se mueren los poetas

entonces callo,

callaremos todos

la voz que nos robaron,

esa que ellos no callaban.

Si se mueren los poetas

¿Dónde conseguiremos los colores,

el romance con la belleza y

el canto de la vida?


Si se mueren los poetas

ya no habrá aire que respire sano,

se volarán los árboles y las flores,

los animales huirán del jardín de la ternura

y se volverán feroces

como los lastimados.

Si se mueren los poetas

no me expliquen nada.

La vida así será un fantasma sin ruido,

oscuro y sin tiempo.

Dejenme quieto, no me toquen,

ahora que no hay sueños

la vida no la quiero,

porque ellos, los poetas, la habían inventado.


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In memorian de Mario Benedetti (1920-2009)
Jorge Alali (1963-2008)

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